contemplara sus ojos de un extraño mirar,
me quedé boquiabierto sin que yo lo
quisiera,
esperaba la muerte en aquel contemplar.
Aunque eran cafés, esos ojos mortales,
como tantas personas que conoces sin más,
era el brillo o la forma, que los hizo
especiales
¡olvidarlos por años no he podido jamás!
En inútil esfuerzo he querido alejarme,
el destino no quiso que la logre olvidar,
ni el Virgilio de Dante consiguiera
guiarme,
en el cielo de ojos que yo pude mirar.
Y aun siguiendo mi vida, aparece en un
sueño,
como un ángel silente que me viene a
cuidar,
a cantarme canciones de cuando era
pequeño,
a robarme sonrisas mientras llego a
soñar.
Es a esa Luciana a quien siempre le
escribo,
a quien tarde o temprano miraré de
verdad,
y sus ojos oscuros otra vez me harán
vivo,
aunque sé que al mirarlos moriré sin
piedad.